martes, 29 de julio de 2014

La RPMASC premió la foto ganadora de concurso "Imágenes de paternidades afectivas, activas y equitativas”

 El viernes 25 de julio se realizó la premiacion del concurso fotográfico "Imágenes de paternidades afectivas, activas y equitativas” como parte de la campaña de paternidades Perú: "Tu eres mi Papá".
El concurso contó con 17 participantes y los ganadores fueron:

1º Puesto: Stefani Violeta Rodriguez Rios,  "A primera vista"



2º Puesto: Rosa Carrillo,  "No imagino un día sin tus conversas mi niño"


3º Puesto: Piero Sánchez Torres, "Mil máquinas jamás podrán hacer una flor"

La entrega de premios se realizó en el auditorio Taulichusco del Museo Metropolitano.

sábado, 12 de julio de 2014

LOS HOMBRES Y EL ACOSO SEXUAL CALLEJERO

 

Por: Jaikel Homero Rodríguez Bayona.
Psicólogo Social de la UNMSM y Activista de la Red Peruana de Masculinidades/ Jaikelrodba@gmail.com

Reducir el problema del acoso sexual callejero a medidas simplistas e inmediatistas es no entender la dimensión y la naturaleza del problema. Para comprenderla es preciso entender diversos aspectos que forman parte de él: las víctimas (en su mayoría mujeres), los agresores (en su mayoría hombres), las normas, la cultura, los medios de comunicación, etc.

En este artículo nos centraremos en realizar un análisis desde una posición que complejiza a los agresores e  intenta responder a la pregunta ¿Por qué los hombres acosan sexualmente en las calles? La comprensión y las respuestas a esta pregunta han sido diversas, desde atribuir algún tipo de patología, hasta naturalizar el acto señalando “que los hombres son así”.

Sobre el primer punto, creemos que el ejercicio de este tipo de violencia no está relacionado con una patología como se cree, pues si fuera así buena parte de los hombres sufriría de problemas mentales, pero no es el caso. La practican diversos hombres: obreros, estudiantes, escolares, universitarios, profesionales, taxistas, etc. En ese sentido, esa primera hipótesis queda  descartada: los hombres no acosan porque estén locos o con desviaciones mentales (aunque pueden haber algunos casos).

Sobre la segunda creencia, que los hombres llevan en los genes esta necesidad incontrolable de acosar a las mujeres sexualmente, consideramos que tampoco es cierto. Si bien los hombres, al igual que las mujeres, tienen la capacidad y la necesidad de establecer relaciones y experiencias sexuales, no es de carácter instintivo que los hombres reaccionen ante un cuerpo de manera “perturbada” e “impulsiva”, viendo a las mujeres como objetos sexuales para satisfacer sus deseos sexuales.

La construcción de la masculinidad en general y, de manera específica, la sexualidad masculina están íntimamente ligadas a los valores y creencias de nuestra sociedad machista – patriarcal, que concibe la identidad de un hombre en marcada por una sobrevaloración de su sexualidad (hipersexualidad), su virilidad, que obedece al mandato de que los hombres siempre deben rendir  sexualmente, y siempre deben desear una mujer. Otro de los mandatos de la sexualidad  masculina es que debe ser  irrefrenable, lo que implica que los hombres siempre deben desear  sexo, que nunca pueden estar cansados para o simplemente no quererlo.

Por otro lado, la sexualidad  masculina  es una sexualidad mutilada, donde el placer es entendido y experimentado solo a través del pene y del coito,  estando bloqueada la capacidad de experimentar otro tipo de placer sexual. Otra característica es la irresponsabilidad, que implica que los hombres  no asumen las consecuencias del ejercicio de su sexualidad dejando todo cuidado y prevención a las mujeres.(1) 

 Finalmente, es una sexualidad violenta que se ejerce con hacia la pareja, ya que se da desde una relación de dominio y de posesión hacia el cuerpo femenino, esto es, tener relaciones sexuales cuando él quiere y como quiere, acosando a las mujeres en los diferentes espacios, incluido la calle, no  asumiendo la salud sexual reproductiva como pareja, ni las paternidades corresponsables, etc.

A estas características, se suman otros mandatos culturales, que exigen a los hombres la capacidad de conquistar (cortejar, seducir), condición que debe ser demostrada en todo momento, sobre todo, frente a otros hombres. Cada uno de estos aprendizajes va llevando a los hombres  a sentir que constantemente deben probarse como “verdaderos hombres” conquistadores, y hacer  gala de su  sexualidad  de macho viril, conquistador y heterosexual, ya que es una forma de recibir aprobación a su hombría.

Dentro de todo este proceso, otro de los mandatos culturales implicado en el problema del acoso es que las mujeres son consideradas como objetos sexuales, cuyo rol es dar placer al hombre y que, por tanto, el cuerpo femenino pertenece a este, tanto en el hogar como fuera de él. Esta idea se va aprendiendo de diferentes formas, de generación en generación, pero también a través de los medios simbólicos como la música, el cine, los medios de comunicación, el deporte, etc.

En todas estas prácticas sustentadas por mandatos culturales, evidentemente, existe una relación de poder, o abuso de poder, del hombre en contra de la mujer. Este poder se sustenta en la idea sexista que establece que el hombre debe someter a la mujer, que este tiene más derechos que las mujeres y además derecho sobre ellas, su sexualidad y su cuerpo. Es desde esta posición, y desde los diferentes procesos de aprendizaje y socialización, que los hombres naturalizan o legitiman actos como la violencia sexual en las calles, en el trabajo o el hogar. La violencia sexual o acoso está presente en los diferentes espacios sociales, y son víctimas de esta las niñas, adolescentes, jóvenes, madres y, en menor medida, también niños y hombres.

Todas estas relaciones son legitimadas y sostenidas actualmente por una lógica del sistema capitalista, donde el gran mercado del cuerpo y el sexo tienen como principales consumidores a los hombres. Este sistema necesita de todo un aparato para seguir produciendo hombres ‘sexualizados” al borde de “la locura” que todo el tiempo piensan en sexo, y ven el cuerpo de una mujer como objetos y fuentes de satisfacción de necesidades irrefrenables de placer sexual. Así tenemos que las 24 horas del día y los 365 días del año los medios de comunicación (periódicos, noticieros, el mercado de los deportes, los autos, el cine, la pornográfica, etc.) están produciendo mensajes en los que, en los que por un lado, se muestran mujeres “consumibles” sexualmente, deseadas como cuerpos para el placer solamente y, por otro lado, “hombres instintivos” que reaccionan frente al “estímulo”. 

Entonces, ¿cómo explicamos el problema del acoso sexual callejero, pero en general todos los problemas derivados de las relaciones de género y de un sistema social que sigue moviéndose bajo la lógica del mercado del consumo y la acumulación?

Al plantear alternativas de solución y pensar que los hombres son “naturalmente” así y que la medida más adecuada es la sanción solamente, o generar buses segregados para evitar contacto entre hombres y mujeres creemos que no se está atacando el problema de fondo. Consideramos que plantear una discusión de fondo supone, fundamentalmente, cuestionar un sistema social que socializa y entrena a los hombres de manera perversa y pone a las mujeres como mercancía o producto a ser vendido de acuerdo a la demanda del mercado del consumo (sexual, ropas, artefactos, automóviles, deportivo, etc.).
En este sentido, es importante pensar en medidas educativas, donde se trabaje una educación sexual  integral desde la apertura y no la represión ni el tabú,  que prepare a hombres y mujeres para  decidir sobre su sexualidad de manera responsable, capaces de reconocer sus cuerpos, valorarlos y sentirlos. Una educación que apueste por la formación de hombres no misóginos, ni homofóbicos y lograr el compromiso de más hombres capaces de cuestionar el sistema patriarcal-machista.

Instancias como el Ministerio de la Mujer y el Ministerio de Educación deben tomar medidas políticas capaces de regular los mensajes y prácticas de los medios de comunicación que a diario cosifican el cuerpo de la mujer y  mercantilizan el sexo. Es importante promover leyes que sancionen a los agresores; sin embargo, esta no debe considerarse como la única salida, ya que está demostrado que la sanción per se nunca es solución a un problema.  Si dejamos de pensar en los hombres como seres instintivos, podremos plantear mejores alternativas de solución. Para ello, es clave repensarnos como seres sociales dotados de una conciencia y con juicio de valores, que solo se construye y reconstruye dentro de un sistema social.

Finalmente, la complicidad masculina, principalmente, coadyuva a que estos actos se normalicen. Lograr cambiar cada una de las creencias en los hombres requiere de esfuerzos de los diferentes frentes, desde el estado pero también desde el sector civil, y desde lo personal. Es una tarea fundamental empezar a cuestionarnos desde lo personal, pero también cuestionar las estructuras sociales que mantienen este sistema que oprime a muchas mujeres, y a los propios hombres en otras formas y medidas. Lo importante es empezar hacer todas las acciones posibles, no solo desde las mujeres, sino sobre todo romper esa complicidad desde los propios hombres (2). 


(1) Se toma características señaladas por HERNANDEZ, J.C. 1995, Sexualidad Masculina y Reproducción. “¿Qué va decir papá?. Coloquio Latinoamericano sobre “Varones, Sexualidad y Reproducción”. Zacatecas-México, 17 y 18 de noviembre de 1995. En Ramos, M (2009)”Masculinidad y Violencia familiar”. Manual educativo. Manuela Ramos.

(2) Sobre este punto la Red Peruana de Masculinidades, desarrollo un experimento social donde al leer los comentarios al reportaje periodístico podemos ver cómo funciona la lógica de la justificación y normalización del acoso, y los hombres que cuestionan estos hechos son vistos como poco hombres, o homosexuales. Ver en https://www.youtube.com/watch?v=8tBabuMg7j4

lunes, 20 de enero de 2014

“La indiferencia también es violencia”[1] Reflexiones en torno al reportaje periodístico



“La indiferencia también es violencia”[1]

Reflexiones en torno al reportaje periodístico

Por Jaikel H. Rodríguez Bayona[2]


En el marco del 25 de noviembre, “Día internacional de la lucha contra la violencia hacia la mujer”, la Red Peruana de Masculinidades a través de su iniciativa de acciones públicas con la “Brigada Anti machista”, decidió realizar un experimento social con el apoyo del programa periodístico Panorama, cuyo objetivo era poner en evidencia cómo los hechos de violencia machista contra la mujer eran normalizados y vistos como algo cotidiano y a los que no se le prestaban mayor importancia, o como un tema “privado” de “pareja”, incluso en espacios públicos. En esa medida, con la ayuda de algunas personas se dramatizó escenas de violencia contra la mujer en lugares donde había presencia de personas, sobre todo, de otros hombres. De esa forma, se pudo recoger estas opiniones, percepciones y actitudes de las personas que observaban el hecho de violencia y fueron intervenidos. Vale la pena hacer algunas apreciaciones sobre los comentarios de las personas intervenidas (es espacios públicos, en contexto urbano-Lima), con el objetivo de seguir reflexionando en torno a la violencia machista contra la mujer en el espacio público [J1] y, sobre todo, las acciones que suman para enfrentarla.

1.    “Discusión de pareja, como cualquiera ¿no?”, “Lo que pasa es que son pareja, y nadie se puede meter”,“Cuestión de pareja es”, “Están discutiendo una pareja de enamorados… eso es cuestión personal”.
En torno a la violencia machista contra la mujer, existe confusión y dificultad por parte de la población en torno a qué situaciones llamar violencia y a qué cosa no. Considero que no podemos hablar de pelea de pareja, porque definitivamente las relaciones de poder son desiguales. He ahí la importancia de tener una definición sobre violencia de la cual cual partir. En este punto, planteo que la violencia es todo acto donde hay un abuso de poder, donde aquella persona que tiene más poder busca doblegar la voluntad de aquella que tiene menos poder, para lo cual usa diversos mecanismos como la violencia física, los chantajes, la manipulación, el control, etc. Entendiendo, entonces, que hablamos de violencia en esas dos condiciones: desequilibrio de poder y la intención de doblegar la voluntad y libertad de la otra persona. Es en esta medida que no podemos seguir denominando “pelea de pareja”, ya que evidentemente hay un abuso de poder del hombre frente a la mujer (en los casos mostrados). Tal vez, podríamos pensar que hay una situación de pelea de pareja siempre y cuando los poderes entre ambos sean más o menos iguales o equiparables.
Sin embargo, no solo es un tema de conceptualización sino más bien hay un trasfondo cultural mucho más complejo, ya que hay la creencia de que incluso una violencia vista como la hemos definido, en el contexto de una pareja es permitida, es legitima, ya que es un ámbito privado donde nadie puede meterse, es una cuestión personal como bien lo señalan. ¿Qué significa este ámbito privado y personal en nuestro imaginario social? Pues que cada uno se las arregla y no está permitido que otra persona cruce esa línea de lo personal. Esto viene muy bien “justificado” con algunos temores y mecanismos de represión, como son el hecho de que si transgredes esa línea pues te puede ir mal, como ser golpeado, mal visto y que peor aun, quien sabe tambien puedan invadir tu privacidad las demás personas.

2. “En cierta parte para que se comporte así, ella misma se lo permite”, “Ahora es culpa de la chica también. Tiene que conocer primero a la persona antes de empezar una relación”.
Acompañada de la idea de que es un asunto personal, privado, una creencia muy fuerte es el hecho de que si la mujer sufre violencia es porque “es culpable”, o “ha hecho algo”. Este es un mecanismo muy fuerte para mantener la idea de que la violencia es justificable, ya que si alguien (la mujer) ha hecho algo “malo” pues merece ser violentada,. Se ve la violencia como una forma de disciplinar y enseñar a no faltar “el respeto” al hombre.
Además, este es un mecanismo muy potente para mantener un sistema de dominación y violencia contra la mujer, que logra que la mujer termine sintiéndose efectivamente responsable y culpable por la violencia que sufre. Además, es un forma por la cual muchas veces las mujeres terminan creyendo que siendo ellas “las malas de la película”, sus parejas son “los pobrecitos”, motivo por el cual es frecuente  que salgan  a defender a su pareja o  porque saben que al llegara casa sufrirán más violencia y culpabilización de parte de su pareja.
Depositar la responsabilidad en la mujer es la estrategia a través d lacual los hombres evaden la responsabilidad del ejercicio de su violencia, ya que tienen toda una sociedad que respalda su posición y que castiga a la mujer desde todo los puntos de vista, sobre todo, culturalmente.

3.   “Mientras no levante la mano, están discutiendo entre ellos”, “Tiene que haber una bronca (violencia física) para hacer algo”, “Están discutiendo… hasta ahora no veo violencia”, “Sí vi violencia, pero golpe no”, “No hay violencia, solo forcejeo”.
Otro de los mensajes fuertes que podemos encontrar en las respuestas es el hecho de creer que la violencia se considera como tal tan solo cuando hay golpes o violencia física, quedando totalmente minimizadas y casi invisibilizadas las otras formas de violencia contra la mujer, como son la violencia verbal, psicológica, la humillación, el chantaje, las amenazas, etc. Estas son formas de violencia que el imaginario social considera “poco peligrosas” o “tolerables”
Esta mirada estrecha de la magnitud de la violencia está presente en lo cotidiano, pero tambien se expresa en mecanismos legales donde no procede la sanción hacia el agresor si no hay golpes o secuelas físicas visibles.
Así tambien, los hombres tienen un recurso más para justificar el ejercicio de violencia contra sus parejas, pues son incapaces de responsabilizarse o ser conscientes del profundo daño que puede significar para su pareja las otros formas de violencia. Por eso muchos hombres consideran que los violentos son solo aquellos hombres “pegalones” que agreden físicamente a sus parejas y que ellos mismos no son violentos, ya que la manipulación, la humillación, el insulto y la culpabilización no son vistas como violencia.

4.  “No, es su problema… ¿Tú que puedes hacer?”, “Si es una discusión ajena, yo no puedo meterme. Mientras no la estén arrastrando al piso”.
La tolerancia social y colectiva y la indiferencia son los mecanismos más fuertes que hacen que sigamos teniendo cifras alarmantes de feminicidio y de violencia contra la mujer en nuestro país[3].
 Sentirse ajeno a esta problemática es recurrente en nuestra cultura, pues incluso si hubiese violencia física, en tanto sea considerado un tema de pareja o un tema privado, nadie estará dispuesta o dispuesto a asumir que esa situación tambien le implica por varias razones: como el principio ético moral de ser solidario con aquella persona que necesita de nuestra ayuda. Otro razón es  el derecho a la vida que tiene la persona afectada, por consiguiente de ser protegida por la sociedad, la comunidad y el Estado. Además es una situación que trae consecuencias no solo para la persona directamente afectada, sino para sus hijas, hijos, su familia, su comunidad, el país y la sociedad en general.
Pues tolerar esta situación es seguir legitimando y sentenciando a la mujer, y también en un futuro a más mujeres y hombres.  Si bien  los hombres llegan ser adultos que violentan, muchos de estos hombres han sido víctimas de la violencia machista cuando eran niños. Es a través de la transmisión generacional y la socialización que  los hombres van aprendiendo que es una sociedad que tolera y acepta ese tipo de relaciones y actuará nuevamente según vio, según aprendió de lo que significa ser hombre.

5.                  “No nada de los dos (haciendo referencia a cuestión de pareja), estás en la vía pública”.
Todavía es difícil romper la idea de que las cuestiones “de pareja” son temas privados y que es el ámbito donde se resuelve y ahí nadie puede meterse. Muchos agentes de seguridad, llámese policía o serenazgo, muchas veces consideran que un acto de violencia en la vía publica no puede ser tolerado, y aduciendo en sus intervenciones que están afectando la tranquilidad y el orden del espacio público, y con ello sentenciando de manera indirecta que si el hombre quiere ir a pegarles a su pareja que lo haga en su casa no en la vía publica.
Si bien es aplaudible que los agentes de seguridad intervengan efectivamente en este tipo de casos, pero aun falta un paso mayor, que es que entiendan que es un caso de violencia contra la mujer en un espacio público, pero también en cualquier espacio privado y  que es un hecho que no debe darse bajo ninguna justificación, y definitivamente no solo es un tema de perturbar la tranquilidad del espacio público.
Es clave entender que la violencia no debe ser tolerada por ningún motivo, ni justificada venga de donde venga (de los hombres, de las mujeres, del Estado, etc.).
Habiendo señalado cada uno de estos puntos, es importante señalar algunas opiniones sobre los miedos, cuestionamientos y contraargumentos que se observan en los diferentes comentarios en los medios virtuales en torno al reportaje.

1. “Es mejor no meterse, porque luego es la mujer quien sale defendiendo a su pareja”.
Entender la complejidad del mundo subjetivo de las mujeres que sufren violencia es un reto. Si solo vemos lo aparente, justamente nos reafirmaremos en nuestros prejuicios. Y lo cierto es que no es fácil para las mujeres que sufren violencia poder romper con ese círculo de violencia. Para que ella siga con su pareja y “no lo deje” muchos actores están en todo momento presionándola: la familia que le dice que “una buena mujer o una buena esposa lo soporta todo, por el bien de la familia”; la presión de la sociedad que, en general, la culpa ( “Algo habrá hecho; por eso, se lo merece”); un Estado que no la protege (incluso si ella denunciara, las leyes son tan deficientes que no la protegerían, al contrario la ponen en riesgo); y ligado a este último aspecto, la mujer sabe que lo más probable es que, cuando estén a solas con su pareja la violencia puede ser aun más fuerte hacia ella (porque la mujer termina siendo culpable hasta de que alguien la defienda). Por eso, es importante que hagamos un esfuerzo de sensibilidad. Antes de opinar o tomar actitudes lapidarias, pensemos acerca de las diferentes situaciones que deben estar pasando las mujeres que son víctima de violencia.

2. “Después de la pelea un poco más allá se están besuqueando o se van abrazados”.
Posiblemente, veamos casos parecidos a los señalados o mostrados en el reportaje, y nuevamente es mucho más complejo de lo que podemos ver a simple vista, pues una mujer que está dentro de una relación de pareja donde hay violencia es porque ya cruzó un límite y el hombre ya logró someterla y dominarla. En esas circunstancias, la relación de dependencia es uno de los mecanismos más fuertes que impide que una mujer tome la decisión de separarse, de denunciar, etc. Dado que este estado de dependencia está tremendamente nutrido por un aparente amor hacia su pareja, por una incapacidad para verse libre o autónoma en otros espacios o con otras personas, o por los miedos (a la soledad, al desprestigio, la sanción, a la violencia, etc.) que son consecuencia de lo que ha venido cediendo la mujer al hombre, como son anteponer las necesidades de su pareja ante la de ellas, sus espacios, etc. Podríamos ahondar más sobre este punto, pero no es el objetivo de este texto; sin embargoes importante hacer el esfuerzo de pensar qué sucede en verdad en este caso. Personalmente, no creo que a ninguna persona le guste vivir en una relación violenta ni siquiera en nombre del amor.

3.  “¿Qué sucede si me meto y me meten un balazo, o me pega a mí?”
Definitivamente, cuando se presenta este tipo de reflexiones no es necesariamente para incitar o invitar a que las personas se enfrente mediante golpes con el agresor, situación que definitivamente sería peligrosa para ambas partes.
Consideramos que, de modo general, mientras tengamos estas creencias siempre que caminemos por las calles, o veamos situaciones de violencia en nuestros vecinos, etc., seguiremos pensando que es algo normal. Por el contrario, con esto queremos desmontar esas creencias tan enraizadas y apostar por una sociedad que critique, cuestione y sancione este tipo de violencia o cualquier acto de violencia. Para ello no es necesario ir y pegar al agresor, podemos hacerlo llamando a la policía, al serenazgo, parándonos cerca al hecho, haciendo acto de presencia y, si las condiciones son seguras, interviniendo para separar (siempre primero cuidando de la seguridad de uno y la mujer. Brindar información a la mujer y al hombre sobre espacios donde presten ayuda sobre esos casos (si es que se tiene la oportunidad de conocer personas que viven en esa situación-familiares, amigas, vecinos, etc.)
Cuestionar los discursos legitimadores de las personas más próximas que tenemos, esos pequeños hechos ya son actos revolucionarios que harán que nuestra sociedad pueda cambiar por un mundo sin violencia, sin machismo.




[1] Reportaje del programa dominical Panorama, realizado a la “Brigada Anti machismo” de la Red Peruana de Masculinidades: http://www.youtube.com/watch?v=UlAnWoZpdhY
[2] Psicólogo social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Coordinador y activista de la Red Peruana de Masculinidades.
[3] Según el informe periodístico hasta noviembre de este año se pasaba 100 casos de feminicidio, ver en: http://elcomercio.pe/actualidad/1659393/noticia-mas-100-casos-feminicidio-se-han-registrado-peru-lo-que-va-ano






 [J1]Público,?